Sólo el viento voraz
recita su lamento
camino de la playa
no hay árboles
no hay nada
el bramido de las olas
el mar
y sus arenas
que engullen estos pasos
con su hálito fugaz
allá adentro el desierto
donde se está tan solo
que se es la soledad
sonora océana mar
de nívea luz rugiente
que me acoge
y yo me entrego
furiosa rabia insólita
a su rozar innúmero
ternura oscura y limpia
donde el ávido sábulo
puedo saborear
su lengua desbocada
en la borrosa orilla
de besos desbordados
en bullicioso hervor
que me extravía
naufrago entre recuerdos
del piélago insondable de otro tiempo
de puro sueño glauco
en que jugaron solas
las aguas y mi alma
permanezco ausente
y empapado
frente a la extensión inusitada
memoria de un momento
del que no regresé.
Pasan ciertamente los días
uno detrás del otro
incesantes
en tanto, dime
¿quién sabe lo que somos?
alimentamos los recuerdos
o el anhelo de futuro
con tal de no escrutar
en la honda poza de nuestras entrañas
donde vive el presente
¿temerosos de hallar qué?
Acaso nada.
La paz me colma en este lugar.
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