Piedra, al final de tus ojos
mi encendida esmeralda
sobre los espacios
con ternura
acaricias la luz
ausente
piedra piedra
dolor quebrado
sobre tus entrañas en los campos
oh espacios brillantes
nos afanamos inermes
devorados
el universo es un templo
donde a veces somos
otras tu boca ruge
la canción de la estrella
cincela nuestra carne
de cristal y calma.
Como esas florecillas
se mecen en los prados
a la lumbre de tu brisa
bellas sin elección
nos inclinamos todos
a veces
el universo-templo
nos ha dejado fuera
y es sólo el eco
de una rima extraviada
quien marca el paso
de nuestras huellas sobre el agua.
Ebrio del licor de mis lágrimas
acaricio las sombras
en mis venas tu icor
no ilumina la noche
derramada en el exterior
de este crisol en que nos agitamos
orilladas mareas
oscuro vino de la tempestad
la enormidad de una mirada limpia
o los labios culpables y mudos
de la carne no amada.
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